En una soleada tarde de abril en Seattle, alrededor de 40 activistas se reunieron en el Pine Box, un bar de cerveza y pizza en el a veces descuidado barrio de Capitol Hill. El grupo había reservado una sala lateral conectada al patio exterior; antes de que comenzaran las intervenciones, los asistentes entraban y salían, disfrutando del cálido día. Alguien montó un sistema de sonido y luego los activistas se acomodaron, esforzándose por oír mientras la llamada en vivo crackeaba a través de altavoces no muy perfectos.
Un nuevo enfoque en la protesta climática
Por más de una década de organización climática, fue la primera vez que Emily Johnston, una de las líderes del grupo, asistía a un evento para escuchar la llamada de ganancias trimestrales de una empresa. También fue la primera vez que una estación de televisión local cubría un evento de este tipo. “Toda esta campaña ha sido un imán para la atención”, comenta.
El grupo, oficialmente llamado los Troublemakers, recibió reconocimiento inmediato. El CEO de Tesla, Elon Musk, inició la llamada a los inversores para el primer trimestre de 2025, reconociendo de manera indirecta el trabajo que el grupo había estado realizando durante los últimos dos meses. Hizo referencia a la reacción nacional contra lo que se conoce como el Departamento de Eficiencia Gubernamental, o DOGE, un esfuerzo para recortar gastos gubernamentales dirigido por jóvenes entusiastas de la tecnología y exalumnos de Musk, cuyo nombre fue inspirado en un meme de principios de 2010.
La respuesta de Musk y el clima de protesta
En este momento, todos parecen listos para la confrontación. Más que nunca, es crucial elegir las batallas y saber cómo ganar. “Las protestas que verán allá afuera están muy organizadas y son pagadas”, comentó Musk a los oyentes. Durante semanas, miles de personas, incluidos los Troublemakers, habían acampado fuera de los puntos de venta de Tesla, centros de servicio y estaciones de carga. Musk sugirió que no solo recibían una compensación por su tiempo, sino que estaban interesados en su trabajo porque alguna vez recibieron “generosidad despilfarradora” del gobierno federal. Musk había expuesto esta teoría y la había agudizado en su plataforma social X durante semanas.
La percepción del movimiento y sus implicaciones
Sin presentar pruebas de sus afirmaciones, cada manifestante que habló con la prensa insistió en que no estaban siendo pagados y que eran exactamente lo que parecían: personas enojadas con Elon Musk. Llaman a su movimiento el “Tesla Takedown”. Antes de que Musk hablara con los inversores, Tesla había presentado uno de los peores informes financieros trimestrales en años, con una disminución del 71% en los ingresos netos en comparación con el año anterior y una caída de más de 2 mil millones de dólares en los ingresos respecto a las expectativas de Wall Street.
En Seattle, solo los primeros minutos de los comentarios de Musk dejaron a los asistentes, muchos de ellos veteranos del movimiento climático, emocionados. “Si alguna vez quisieron saber que la protesta importa, aquí está su prueba”, recordó Johnston semanas más tarde.
Las dinámicas del movimiento y su evolución
El Tesla Takedown, un esfuerzo por atacar a Musk y su fortuna en el punto que más duele, parece haber aparecido en el momento adecuado. Los escépticos de Tesla han argumentado durante años que la empresa, que tiene la mayor capitalización de mercado de cualquier fabricante de automóviles, está sobrevalorada. Sostienen que el CEO ha podido distraer de los fundamentos defectuosos, como una línea de vehículos envejecida, un fracaso en las ventas del Cybertruck y la introducción muy retrasada de la tecnología de conducción autónoma, con fanfarronería y espectáculo.
El interés de Musk en la política, que se intensificó cuando apoyó a Donald Trump durante las elecciones de 2024, siempre iba a atraer más escrutinio hacia su imperio empresarial. Pero el movimiento grassroots, que comenzó con una publicación en Bluesky, se ha convertido en un bullicioso y visible centro de resistencia contra Musk y Trump.
Las tácticas y la organización del movimiento
Así que, durante semanas, en ciudades como Nueva York, Berkeley y Palo Alto en California, Meridian en Idaho, Ann Arbor en Michigan, Raleigh en Carolina del Norte, South Salt Lake en Utah y Austin en Texas, miles de personas que forman parte del movimiento Takedown se han apostado fuera de los showrooms de Tesla, haciendo un poco incómodo probar uno de los vehículos eléctricos de Musk.
Cuando Shua Sanchez se graduó de la universidad en 2013, hubo una semana en la que estaba convencido de que lo más importante que podía hacer era trabajar para Tesla. Tenía un título en física y conocía todo sobre el cambio climático y lo que estaba en juego. Se sentía llamado a causas y había estado protestando desde que George W. Bush invadió Irak cuando estaba en la escuela secundaria. Quizás su trabajo de vida sería ayudar al principal fabricante de automóviles eléctricos del mundo a convencer a los conductores de que había una vida más limpia y hermosa después de los combustibles fósiles.
La historia de un activista y su camino hacia la protesta
“Creo que estamos en un punto donde las personas necesitan asomarse por encima del parapeto en masa, o simplemente no superaremos esto”, dice. Al final, sin embargo, Sánchez optó por un programa de doctorado centrado en las propiedades cuánticas de materiales superconductores y magnéticos. Se sintió agradecido por su elección unos años después, cuando leyó informes sobre los esfuerzos de Tesla para sofocar los intentos de sindicalización en sus fábricas. Se sintió aún más agradecido en 2022, cuando Musk adquirió Twitter con el propósito casi expreso de abrirlo a discursos extremistas de derecha.
Ahora, Sánchez, que se encuentra en una beca postdoctoral en el MIT, estaba listo para hacer algo al respecto, además de no aceptar un trabajo en Tesla.
El impacto de la protesta y la respuesta del FBI
Después de un incidente en el que la policía visitó a varios activistas, Sánchez comenzó a investigar y encontró una publicación que llamaba a la acción contra Tesla. Desde entonces, el movimiento ha crecido en número y ha comenzado a atraer la atención de los medios y figuras públicas. Las protestas, que han tenido lugar en varias ciudades, reflejan la creciente frustración con las acciones de Musk y su impacto en el medio ambiente.
A medida que el movimiento gana fuerza, la atención sobre las tácticas de Musk y sus políticas se intensifica. Aunque Tesla ha visto una caída en las ventas en algunos mercados, el activismo se ha convertido en una parte integral de la lucha por un futuro más sostenible.
Así, la lucha continúa, con activistas dispuestos a desafiar las narrativas y buscar un cambio real en la industria automotriz y las políticas ambientales. La historia del Tesla Takedown es una representación de cómo el activismo puede influir en la percepción pública y, potencialmente, en la dirección de las empresas en el futuro.