En los últimos años, la inteligencia artificial ha dejado de ser un concepto futurista para convertirse en una realidad cotidiana que impacta a millones de personas en todo el mundo. Desde su introducción, tecnologías como ChatGPT han ganado popularidad rápidamente, alcanzando ya a 800 millones de usuarios. Sin embargo, este avance suscita preguntas críticas sobre el impacto de la IA en nuestras habilidades de pensamiento crítico y en nuestra capacidad para formular juicios.
Petter Bae Brandtzæg, profesor de medios en la Universidad de Oslo, ha abordado esta problemática en su investigación sobre cómo la IA influye en nuestra forma de pensar y comunicarnos. A través de su proyecto titulado «Una sociedad impulsada por la IA», se ha centrado en las implicaciones sociales de esta tecnología. A diferencia de las redes sociales, la IA está profundamente integrada en nuestras vidas, desde documentos de texto hasta correos electrónicos.
La crítica al pensamiento crítico
El trabajo de Brandtzæg se basa en la premisa de que la IA generativa puede debilitar nuestra capacidad de análisis crítico. A medida que dependemos más de estas herramientas automatizadas para obtener respuestas rápidas y precisas, corremos el riesgo de perder habilidades esenciales como la lectura profunda y la escritura reflexiva. En un mundo donde la información es accesible al instante, la habilidad para discernir entre fuentes de calidad y aquellas que no lo son se vuelve cada vez más crucial.
AI-individualismo: un nuevo concepto
Brandtzæg ha introducido el término AI-individualismo para describir el fenómeno emergente de cómo la IA redefine nuestras interacciones sociales. Este concepto se basa en el individualismo en red, que surgió en la década de 2000 y se refería a cómo la tecnología permite a las personas construir redes sociales más flexibles y personalizadas. Sin embargo, la llegada de la IA ha comenzado a desdibujar la línea entre humanos y sistemas, ya que estas herramientas empiezan a satisfacer necesidades emocionales y sociales que antes solo podían ser abordadas por otros seres humanos.
La automatización de estas interacciones puede fortalecer la autonomía personal, pero al mismo tiempo, puede erosionar los lazos comunitarios. Con la IA como compañero constante, los individuos pueden volverse más independientes de sus círculos sociales, lo que podría transformar las estructuras sociales fundamentales.
Preferencias por la IA sobre los humanos
Un estudio reciente realizado por Brandtzæg y su equipo incluyó una encuesta a estudiantes de secundaria sobre su uso de la IA. Muchos de ellos expresaron que herramientas como ChatGPT les proporcionan respuestas rápidas y relevantes, eliminando la necesidad de buscar información en libros o en línea. “La IA me ayuda a hablar sobre mis problemas y a recibir consejos útiles”, comentó un estudiante, subrayando la percepción de que la IA puede ofrecer apoyo emocional.
Un experimento adicional reveló que más de la mitad de los encuestados preferían las respuestas de un chatbot a las de un profesional de la salud mental. Esta preferencia plantea interrogantes sobre la eficacia de la IA en contextos sensibles y destaca la creciente model power que posee la tecnología. Este término se refiere al poder que tienen las herramientas de IA para influir en las creencias y comportamientos de los usuarios, ya que sus respuestas son percibidas como más confiables que las de los humanos.
El riesgo de la desinformación
A pesar de las ventajas que ofrece la IA, también hay riesgos asociados que no deben pasarse por alto. Un informe del municipio de Tromsø, que se basó en información fabricada por un modelo de IA, ilustra cómo la desinformación puede tener consecuencias graves en la toma de decisiones. Brandtzæg advierte que, aunque muchos usuarios afirman ser críticos con la información que reciben, a menudo terminan siguiendo las recomendaciones de la IA, lo que revela una peligrosa falta de escepticismo.
Además, la procedencia de los datos utilizados por los modelos de IA plantea otra preocupación importante. Brandtzæg señala que la mayoría de los datos provienen de Estados Unidos, lo que puede influir en nuestros valores y normas, dejando de lado las perspectivas de minorías. Esto resalta la necesidad de una regulación adecuada que garantice que el uso de la IA esté alineado con las necesidades humanas reales y que no favorezca únicamente a unos pocos intereses comerciales.
La inteligencia artificial presenta oportunidades sorprendentes para mejorar nuestra vida diaria. Sin embargo, es esencial abordar los desafíos que plantea. La sociedad debe trabajar para encontrar un equilibrio entre aprovechar la innovación y preservar el pensamiento crítico y la integridad de nuestras interacciones humanas.

