En un mundo donde la tecnología avanza a pasos agigantados, un estudio reciente ha puesto de manifiesto cómo un simple robot social puede trascender su propósito original y convertirse en un miembro querido de la familia. Investigadores de la Universidad de X han analizado la vida de Luka, un robot diseñado para ayudar a los niños a aprender a leer, y han descubierto que su influencia va mucho más allá de lo educativo. ¿Te imaginas que un robot se convierta en parte de tu hogar como un juguete favorito?
El propósito inicial de Luka
En 2021, Luka, un robot con forma de búho, fue introducido en veinte hogares con el objetivo de facilitar la lectura en niños en edad preescolar. Su función era clara: escanear libros ilustrados y leer en voz alta, asistiendo a los pequeños en el desarrollo de habilidades de alfabetización. Sin embargo, cuatro años después, en 2025, los investigadores regresaron a estos hogares, sin esperar grandes hallazgos. Los niños habían crecido, y la necesidad del robot para enseñar a leer parecía haber desaparecido. Pero, ¿qué sucedió realmente?
Para sorpresa de los investigadores, 18 de las 19 familias aún conservaban a Luka. Aunque su función original se había desvanecido, el robot había encontrado nuevos roles en la vida cotidiana de las familias. Muchos lo utilizaban como reproductor de música, mientras que otros lo mantenían en estanterías junto a recuerdos de la infancia, evidenciando que Luka había evolucionado de ser un simple dispositivo a un objeto cargado de significado emocional.
La transformación del robot en un símbolo emocional
Las entrevistas con padres e hijos revelaron el profundo apego que las familias habían desarrollado hacia Luka. Un niño lo describió como “mi hermanito”, mientras que otro lo consideraba su “única mascota”. Para muchos padres, conservar el robot se había convertido en un acto de nostalgia, un recordatorio de las historias contadas a la hora de dormir y de los primeros hitos en la vida de sus hijos. ¿Quién no guarda un recuerdo especial de su infancia?
A pesar de que Luka ya no cumplía su función educativa, su rol emocional había crecido. Las familias cuidaban de él, bromeaban sobre su presencia y, en un caso, lo pasaron a un primo más joven en una ceremonia simbólica de despedida. Este fenómeno no solo representa un uso prolongado, sino también un verdadero apego emocional. Luka se había convertido en un artefacto de la vida familiar, similar a un peluche favorito o una obra de arte de la infancia.
Reflexiones sobre la interacción humano-robot
Este estudio invita a una reflexión sobre la forma en que concebimos la vida útil de un robot. En lugar de ser considerados meros dispositivos temporales, los robots pueden llegar a ocupar un lugar significativo en la memoria y el corazón de las familias. La colocación de Luka en los hogares también tiene su significado; se le podía encontrar en estanterías, escritorios o mesitas de noche, a menudo adornado con un nombre dibujado a mano o un mantelito. Estos no eran solo gadgets guardados, sino auténticas piezas de exposición que contaban una historia.
El estudio sugiere que deberíamos pensar en la existencia de un robot no solo en meses, sino en años. Asumir que su función puede transformarse de tutor a compañero o de asistente a recuerdo es fundamental para comprender cómo los niños desarrollan relaciones con estos dispositivos a lo largo del tiempo. Algunos niños no solo abandonan el robot; lo reinterpretan, enseñándole a Luka en un juego de roles donde el aprendizaje es recíproco. ¿Te has dado cuenta de cómo los juguetes pueden convertirse en amigos?
Finalmente, cuando un robot llega al final de su ciclo de vida en el hogar, se hace necesario establecer rituales de despedida que reconozcan la conexión emocional establecida. Desconectar un robot que ha formado parte de los primeros años de un niño no debería ser un acto banal; debe ser un adiós significativo.