El estado de Sarawak, en Malasia, ha lanzado una ambiciosa iniciativa para convertirse en un referente en energía renovable en el sudeste asiático, aspirando a transformarse en una ‘batería verde’ regional. Sin embargo, expertos advierten que este avance podría tener un alto costo ambiental, ya que la infraestructura necesaria para este desarrollo podría resultar en deforestación y el desplazamiento de comunidades indígenas.
La visión de Sarawak para la energía renovable
Ubicado entre Malasia peninsular, Indonesia, Singapur y Filipinas, Sarawak tiene la intención de convertirse en un pilar de la transición energética en la región. Con una vasta red de ríos y arroyos, el estado cuenta con un potencial significativo para la generación de electricidad hidroeléctrica, y se prevé que en el futuro esto facilite la producción de hidrógeno verde. Además, se están implementando proyectos de energía solar y biomasa, con el objetivo de aumentar su capacidad de energía renovable.
El Primer Ministro Abang Johari Tun Openg aseguró durante una reciente reunión con inversores en Europa que Sarawak está ‘comprometido con un futuro energético bajo en carbono y sostenible’. En la actualidad, la generación hidroeléctrica en Sarawak proporciona aproximadamente 3,500 megavatios, suficiente para abastecer entre dos y tres millones de hogares en el sudeste asiático.
El estado está construyendo su cuarta planta hidroeléctrica y ha comenzado a operar un campo solar flotante que produce 50 megavatios, con planes para instalar más de una docena de estos campos en el futuro. Con una población inferior a tres millones, Sarawak también prevé generar 10,000 megavatios para 2030, principalmente de energía hidroeléctrica, además de contribuir con energía solar y gas natural.
Desafíos ambientales y sociales
A pesar de estas ambiciones, grupos ambientalistas han expresado su preocupación por el impacto ambiental de la infraestructura energética. Aunque Sarawak se destaca por tener las menores emisiones de carbono entre los estados de Malasia, también presenta la tasa más alta de deforestación. Adam Farhan, de la organización ambiental RimbaWatch, menciona que una gran parte de esta deforestación puede atribuirse a la construcción de represas hidroeléctricas.
Desde la construcción de la represa de Bakun en 2011, más de 9,000 indígenas fueron reubicados para dar paso a uno de los mayores embalses del sudeste asiático, inundando casi 70,000 hectáreas de ecosistemas forestales. Las cuestiones de reubicación y compensación siguen presentes, y existe un temor de que se repitan situaciones similares en nuevos proyectos hidroeléctricos.
Shabrina Nadhila, analista de energía del think-tank Ember, enfatiza que ‘la expansión de la infraestructura hidroeléctrica en Sarawak plantea importantes preocupaciones ambientales y sociales’. Para abordar estos problemas, es esencial aplicar salvaguardias ambientales y sociales estrictas y completas.
El futuro energético del sudeste asiático
El crecimiento de la demanda de electricidad en el sudeste asiático ha más que duplicado en la última década, y se espera que continúe en aumento con la expansión de la clase media que instala aire acondicionado y la proliferación de centros de datos que consumen mucha energía. Kuala Lumpur espera que esta creciente demanda revitalice un proyecto de red eléctrica que conecte a los miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN).
En la actualidad, una conexión eléctrica transfronteriza de 128 kilómetros ya está transportando energía hidroeléctrica desde Sarawak hacia Indonesia. El estado también está aprendiendo de otros países de ASEAN, como Laos, que lanzó un plan similar de energía hidroeléctrica en febrero, con la meta de intercambiar alrededor de 1,500 megavatios de electricidad con China para el próximo año.
No obstante, el camino hacia una infraestructura energética sostenible en Sarawak está lleno de desafíos. Adam Farhan también añade que ‘Sarawak necesita hacer mucho más para resolver los problemas de derechos indígenas y deforestación antes de poder considerarse una ‘batería verde’ para el sudeste asiático’.