En un mundo donde la tecnología es indispensable, la compartición de teléfonos móviles entre parejas se ha convertido en una práctica común. Sin embargo, un reciente estudio realizado por investigadores de la Universidad Griffith ha revelado preocupaciones significativas en torno a esta tendencia. Aunque el compartir dispositivos puede parecer un signo de confianza y cercanía, existen riesgos ocultos que no deben ser ignorados.
La investigación, liderada por la profesora de Criminología, Molly Dragiewicz, junto con el Dr.
Jeffrey Ackerman y la asistente de investigación Marianne Haaland, encontró que un alarmante 70% de los australianos permite que sus parejas accedan a sus teléfonos. Este hallazgo contradice las recomendaciones de expertos en ciberseguridad, quienes sugieren evitar esta práctica.
Razones detrás del compartir dispositivos
El estudio revela que las motivaciones para compartir teléfonos suelen ser positivas. Según la profesora Dragiewicz, las parejas comparten sus dispositivos por comodidad, confianza y para ayudarse mutuamente.
Sin embargo, esta práctica puede convertirse en un arma de doble filo, especialmente si la relación se torna conflictiva.
En contextos de abuso, el acceso compartido puede transformarse en una herramienta peligrosa. Un preocupante 20% de los casos de robo de identidad en Australia son perpetrados por parejas íntimas actuales o anteriores. Esto ilustra cómo el acceso a la información personal puede ser mal utilizado por quienes se encuentran en relaciones tóxicas.
El impacto de la tecnología en el abuso
El abuso facilitado por la tecnología es un componente común en las dinámicas de control coercitivo. A medida que las herramientas digitales se integran más en la vida cotidiana, es fundamental reconocer cómo pueden ser utilizadas para manipular y controlar a otros. La investigación de Griffith destaca la necesidad de replantear la forma en que entendemos la ciberseguridad en el contexto de las relaciones personales.
Un enfoque más seguro hacia la tecnología
La profesora Dragiewicz argumenta que el modelo de una persona/un dispositivo, adecuado para entornos comerciales y gubernamentales, no aborda adecuadamente los riesgos que surgen en las relaciones personales. Esto sugiere que las estrategias de ciberseguridad deben adaptarse a la realidad social y emocional de las personas.
Para mitigar estos riesgos, se propone un enfoque conocido como Safety by Design, recomendado por el Comisionado de eSafety de Australia. Este enfoque sugiere que el diseño de tecnología debe considerar cómo se utiliza realmente en la vida cotidiana, en lugar de imponer directrices que pueden ser poco prácticas o irreales.
El papel de la educación en ciberseguridad
Es crucial educar a las parejas sobre las implicaciones de compartir dispositivos. La conciencia sobre los riesgos potenciales puede empoderar a las personas para tomar decisiones más informadas. La profesora Dragiewicz enfatiza que la ciberseguridad no es solo responsabilidad de las instituciones, sino también de los individuos en sus interacciones diarias.
Por lo tanto, fomentar un diálogo abierto sobre la seguridad digital y establecer límites claros puede ser un primer paso eficaz para protegerse en el ámbito personal. Las parejas deben considerar el uso de contraseñas y bloqueos adecuados, así como evaluar qué información están dispuestos a compartir.
Aunque la confianza y la cercanía en una relación pueden llevar a la compartición de dispositivos, es esencial estar conscientes de los riesgos asociados. La investigación de la Universidad Griffith subraya la necesidad de un cambio en la forma en que abordamos la ciberseguridad en nuestras vidas personales, promoviendo un uso más seguro y consciente de la tecnología.

