En un brillante día de junio en el sureste de Inglaterra, me encuentro recorriendo una tranquila carretera rural que serpentea por el pintoresco campo de Kent. La luz del sol se filtra a través de los setos, iluminando campos exuberantes y encantadoras granjas. Sin embargo, oculto tras una formidable cerca de alambre de espino de 10 pies de altura, yace un secreto: un centro de datos de alta tecnología enterrado a 100 pies bajo tierra, resguardando el activo más preciado de nuestra era digital—los datos.
Esta instalación clandestina fue una vez un búnker nuclear, construido a principios de los años 50 para servir como centro de mando para las operaciones de radar de la Royal Air Force. Los restos de los cimientos de concreto en deterioro, donde alguna vez se ubicó la antena, aún son visibles. Durante la Guerra Fría, el personal monitorizaba ansiosamente las pantallas en busca de señales de amenazas inminentes.
La historia se transforma: búnkeres convertidos en centros de datos
Tras el fin de la Guerra Fría, el búnker pasó de ser un bastión militar a una fortaleza de ciberseguridad. Actualmente, el sitio es gestionado por Cyberfort Group, una empresa dedicada a proporcionar soluciones robustas de ciberseguridad. Mi visita a esta extraordinaria ubicación forma parte de mi investigación como antropólogo, que examina las prácticas en torno al almacenamiento extremo de datos. Me enfoco en la ansiedad generalizada por la pérdida de datos y las medidas que a menudo descuidamos para asegurar nuestros recuerdos digitales.
La transformación de estos búnkeres en centros de datos refleja la larga tradición de la humanidad de proteger objetos valiosos en sitios subterráneos. Así como nuestros antepasados enterraban tesoros en túmulos y montículos funerarios, los tesoros digitales de hoy están resguardados en estas instalaciones reutilizadas. Cyberfort no está sola en este esfuerzo; transformaciones similares han ocurrido en todo el mundo, incluidos antiguos refugios antiaéreos en China y instalaciones militares abandonadas en Kyiv.
El panorama global de los búnkeres de almacenamiento de datos
Numerosos búnkeres han sido reconfigurados como espacios de almacenamiento en la nube en las últimas dos décadas. Notablemente, Pionen, un antiguo refugio de defensa en Estocolmo, ha ganado atención por su sorprendente parecido con la guarida de un villano de James Bond. Además, el complejo Mount10 AG en los Alpes suizos, apodado “el Fort Knox suizo,” es otro ejemplo de una antigua mina que ahora sirve como un repositorio de datos digitales.
En Estados Unidos, Iron Mountain opera un centro de datos subterráneo en Kansas City y otro en una mina de piedra caliza desactivada en Pennsylvania. Mientras tanto, la Biblioteca Nacional de Noruega protege sus archivos digitales en bóvedas montañesas cerca del Círculo Ártico. Una mina de carbón en Svalbard también se ha convertido en un sitio de almacenamiento de datos, conocido como el Archivo Mundial Ártico (AWA), que tiene como objetivo preservar información para las futuras generaciones, similar al cercano Bóveda Global de Semillas.
Reflejos arquitectónicos de nuestra era digital
La existencia de estos búnkeres es un profundo reflejo de las ansiedades culturales contemporáneas. Donde antes los búnkeres nucleares representaban temores de conflictos atómicos, hoy los búnkeres de datos simbolizan nuestro miedo a perder información digital vital. Las implicaciones de la pérdida de datos resuenan profundamente, como se ha evidenciado en incidentes de alto perfil que han impactado a empresas y gobiernos.
Mi visita a la instalación de Cyberfort comienza con un control de seguridad. Tras presentar mi identificación a un guardia severo, obtengo acceso al edificio, donde soy recibido por la recepcionista que asegura que todo esté en orden. Una característica notable en la sala de espera es un cilindro de concreto de 3 pies de grosor, que muestra la impresionante durabilidad de las paredes del centro de datos, en un marcado contraste con el concepto etéreo de la nube.
Entendiendo la mecánica de los centros de datos
Los centros de datos, a menudo denominados granjas de servidores, albergan la realidad física detrás de la nube. Estas instalaciones, generalmente expansivas y carentes de ventanas, contienen filas de servidores que forman la columna vertebral de nuestras interacciones digitales. La ejecución sin problemas de tareas cotidianas, como las compras en línea y las redes sociales, depende de las operaciones de estos centros. El gobierno del Reino Unido clasifica los centros de datos como parte de su infraestructura nacional crítica, subrayando su importancia.
Durante mi recorrido, conozco a Rob Arnold, el Director Digital, quien explica la importancia de la seguridad física en la gestión de datos. Arnold destaca que los centros de datos tradicionales a menudo son construidos de manera apresurada, dejándolos vulnerables a amenazas. En un mundo marcado por tensiones geopolíticas crecientes, proteger la infraestructura digital contra amenazas tanto físicas como cibernéticas es fundamental. El conflicto en Ucrania ha puesto de relieve la fragilidad de los sistemas digitales, lo que ha llevado a muchas organizaciones a reubicar sus datos en entornos más seguros.
Desafíos ambientales y operativos
Esta instalación clandestina fue una vez un búnker nuclear, construido a principios de los años 50 para servir como centro de mando para las operaciones de radar de la Royal Air Force. Los restos de los cimientos de concreto en deterioro, donde alguna vez se ubicó la antena, aún son visibles. Durante la Guerra Fría, el personal monitorizaba ansiosamente las pantallas en busca de señales de amenazas inminentes.0
Esta instalación clandestina fue una vez un búnker nuclear, construido a principios de los años 50 para servir como centro de mando para las operaciones de radar de la Royal Air Force. Los restos de los cimientos de concreto en deterioro, donde alguna vez se ubicó la antena, aún son visibles. Durante la Guerra Fría, el personal monitorizaba ansiosamente las pantallas en busca de señales de amenazas inminentes.1
Esta instalación clandestina fue una vez un búnker nuclear, construido a principios de los años 50 para servir como centro de mando para las operaciones de radar de la Royal Air Force. Los restos de los cimientos de concreto en deterioro, donde alguna vez se ubicó la antena, aún son visibles. Durante la Guerra Fría, el personal monitorizaba ansiosamente las pantallas en busca de señales de amenazas inminentes.2