Cambiar de sistema operativo siempre es un paso importante, sobre todo para quienes tienen experiencia previa. Soy Jack Wallen y, recientemente, decidí dejar atrás mi familiar entorno de Linux para adentrarme en el mundo de Windows 11. No lo hice con una intención crítica, sino más bien con el deseo de comprender por qué muchos usuarios optan por este sistema en su vida diaria y profesional.
Durante una semana, me enfrenté a varios desafíos que me hicieron cuestionar esta decisión. Desde la configuración inicial hasta la experiencia general, mis expectativas de encontrar un sistema operativo eficiente y amigable se desvanecieron rápidamente.
Un comienzo complicado con Windows 11
Desde el primer momento, la dificultad para crear una cuenta local fue una señal de lo que estaba por venir. En Linux, el proceso es simple y directo: solo se utiliza el comando sudo adduser, y en pocos pasos se tiene una cuenta lista. Sin embargo, en Windows 11, la necesidad de vincularse a una cuenta de Microsoft se siente como una trampa. Intentar crear una cuenta local se convirtió en una experiencia frustrante que dejó la sensación de haber perdido el control.
Desafíos con la configuración de cuentas
Los intentos de iniciar sesión en mi cuenta de Google también resultaron infructuosos. Mientras que en Linux puedo conectarme a mis servicios en cuestión de segundos, en Windows 11 tuve que habilitar el servicio Hello para que mis claves de acceso funcionaran. A pesar de tener todo configurado, el sistema no reconocía mis intentos de autenticación, dejándome en una situación incómoda. ¿Es realmente necesario que la tecnología nos complique la vida de esta manera?
La frustración con aplicaciones y funciones
Al buscar un cliente de correo, decidí probar Mailbird desde la tienda de Microsoft. Sin embargo, al instalar la aplicación, me encontré con un aviso constante para adquirir la versión premium. Este pop-up no solo era intrusivo, sino que también bloqueaba el acceso a otras aplicaciones. De repente, estaba atrapado en un bucle del que no podía escapar. En Linux, podría haber usado SSH para desinstalar la aplicación, pero aquí no me quedó más que reiniciar y actuar rápido antes de que Mailbird decidiera abrirse nuevamente.
Desactivar el desplazamiento natural fue otra tarea que me causó gran frustración. Aunque logré encontrar la opción en la configuración, Windows 11 no parecía reconocer mi cambio de preferencia, insistiendo en que el desplazamiento natural era lo que yo deseaba. Esta experiencia me hizo sentir como si estuviera en un mundo paralelo donde mis decisiones no tenían validez.
La sensación de inseguridad y falta de control
La experiencia con Windows 11 puede resultar inquietante. A medida que se trabaja, la preocupación por un posible reinicio del sistema para actualizaciones se convierte en un compañero constante. Además, la configuración de energía del equipo puede resultar confusa; el laptop no se apaga ni entra en modo de espera automáticamente, algo que contrasta con el comportamiento más intuitivo de Linux, que se adapta mejor a las condiciones del hardware.
Recursos y rendimiento cuestionables
Al analizar el rendimiento del equipo, observé que un proceso denominado msedgewebview2.exe estaba utilizando una cantidad excesiva de recursos, incluso sin tener el navegador Edge abierto. Este tipo de funcionamiento genera dudas sobre la eficiencia de Windows en comparación con Linux, donde la gestión de recursos suele ser más efectiva y controlada.
Durante mi experiencia con Windows 11, me sorprendió descubrir que los sistemas de protección no estaban habilitados. En Linux, la seguridad es fundamental, y no tengo que lidiar con configuraciones complicadas para proteger mi sistema. En cambio, me encontré con una interfaz confusa que parecía estar segura, pero no lo estaba.
Reflexiones sobre la experiencia
Al concluir mi semana con Windows 11, quedó claro que mi experiencia fue frustrante y me dejó una sensación de pérdida de control. Aunque reconozco que algunos usuarios aprecian ciertas ventajas de este sistema, mi preferencia por Linux se ha fortalecido. La flexibilidad, el control y la seguridad que ofrece Linux son, sin duda, aspectos que me hacen sentir más cómodo y productivo.
Mi regreso a Linux parece inevitable. La experiencia reciente me ha recordado por qué elegí un sistema operativo que realmente se adapta a mis necesidades y preferencias. ¿Cuántos de ustedes han sentido la frustración de lidiar con Windows? Esta reflexión me lleva a reafirmar mi decisión y a valorar las ventajas que ofrece Linux.